Liturgia de las Horas

INVITATORIO

 Ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro Rey y Señor, que hizo de san Saturnino el primer apóstol de Vasconia.


OFICIO DE LECTURA

Himno

Iam dies olim tibi sacra lucet

martyr insígnis, mérito frecuéntat

ánnuum festum bene gratulánda

Pompélo nostra.

 

Cívitas iugi pietáte florens,

atque Navárrae populi fidéles

quam tibi debent fídei magístro

immo parénti.


Vírgines puras, iúvenes decóri,

ímperans coetus, pópulus,

sacérdos, corde pergráto stúdeant

patrónum te celebráre.


Cháritas ducit, male pervicáces

arguis fidens; hóminem Deúmque

nuntias Iesum, nece qui redémit

nos crucifíxus.


Máximo Christi stúdio subáctus

íllico mittis, pater, huc Honéstum:

Pompélo talem récipit benígne

ac reverénter.


Gesta qui tanti cánimus patróni,

Trínitas puro redamánda corde,

te Deum nostrum venerémur usque

ac peramémus. Amen.


Salmodia

Las antífonas y los salmos, del Común de un mártir, o del Común de pastores.


V/. Venid, hijos, escuchadme.

R/. Os instruiré en el temor del Señor.


Primera lectura (1Tes 1,2-2,4)

La evangelización de los gentiles

Hermanos: Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda. Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien.

Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

Sabéis muy bien, hermanos, que nuestra visita no fue inútil. A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos valor —apoyados en nuestro Dios— para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones.


Responsorio

R/. Veneremos la bondad del Rey del cielo que por la oración de san Saturnino llenó del Espíritu a los que hasta entonces eran infieles. *Abandonando los ídolos, creyeron en el Dios vivo.

V/. Los que habían estado sometidos al error, se convierten en testigos del nombre de Cristo. *Abandonando los ídolos.


Segunda lectura A (Liber mozarabicus sacramentorum, ed. D. Férotin, París 1912, p. 30; 64: José de Moret, Anales del reino de Navarra, t. I, Pamplona 1987, p. 54)

Predicó la fe con su boca, selló la predicación con su sangre

Saturnino, primer obispo de Tolosa de Francia, evangelizó dicha ciudad en la primera mitad del siglo tercero. Dice la tradición que confesó con el martirio la fe de Cristo siendo atado a un toro durante la persecución de Decio. A lo largo de los tiempos y sin interrupción su tumba fue honrada por sus sucesores y por el pueblo de Tolosa. La iglesia del toro señala en esta ciudad el lugar de su martirio y la admirable basílica de San Cernin guarda su sepultura.

En la misa del santo de la antigua liturgia visigótica se dice que «era probo en su oficio, esforzado para el triunfo; predicó la fe con su boca, selló la predicación con su sangre; doctor en el altar, vencedor para el reino, levantó a la gloria a quienes había dirigido por el camino de la salvación».

La primera evangelización de los vascones de ambos lados de los Pirineos se atribuye, desde tiempos remotos, a san Saturnino de Tolosa y a sus discípulos, entre los que se encuentra san Honesto de Nimes y de quien se dice que fue precursor en estas tierras. Ya en el siglo once hay testimonios de su culto en Navarra y los textos litúrgicos de la catedral de Pamplona, en el siglo catorce, contienen el Oficio del santo.

En los «Anales del reino de Navarra», escritos a finales del siglo diecisiete, se afirma que «Pamplona, con singular afecto y devoción, venera a san Saturnino por su patrono y, generalmente, toda Navarra por su apóstol y primer padre de su fe, atribuyendo a su patrocinio, tanto la docilidad blanda en recibirla, como la firmeza constante en retenerla por tantos siglos. En Pamplona, por haber alumbrado a sus ciudadanos en la doctrina celestial, se le erigió templo magnífico y es la iglesia parroquial, que después de la sede episcopal tiene entre todas las de la diócesis los primeros honores, y de su nombre, aquella parte de la ciudad —de las tres en que de muy antiguo estaba dividida— donde está su templo, se llama el burgo de San Saturnino y goza también de los primeros honores de la república, y fue ennoblecida de los reyes con singulares privilegios. Llámanle los naturales en su lengua vascónica “jaundone Satordi”, que suena el señor santo Saturnino. Su nombre será siempre de dulcísima recordación a los vascones, como también a los aquitanos.»

Este apelativo de «jaundone» o «iondoni» que se aplica a nuestro santo puede ser un signo de la antigüedad de su culto, pues en la lengua vasca se emplea únicamente para un número pequeño de santos que vivieron en los primeros siglos de la Iglesia.

La ciudad de Pamplona sigue venerando con particular devoción su memoria recordando, según un antiguo texto del códice medieval que se conserva en su parroquia principal, que, por la predicación de san Saturnino, «Jesucristo, luz verdadera del mundo, visitó esta esclarecida ciudad y la hermoseó con los rayos luminosos de la fe», pidiendo al mismo tiempo para este pueblo «el mérito de confesarla con fortaleza y la gracia de llegar felizmente a la fuente de su luz inagotable».


Segunda lectura B (Pedro Malón de Ecahide, La conversión de la Magdalena, Madrid 1930, pp. 98-101)

El amor venció a la muerte

El amor se llama perfectísimo, porque por sí solo encierra los efectos de todas las virtudes y los frutos de ellas, y sin él, ninguna merece el nombre de virtud. Si no, pregúntaselo a aquel gran amador, san Pablo, que dice: Os voy a mostrar un camino mejor. Quiero, dice, enseñaros un camino más cierto y un atajo más alto, por donde podáis llegar más presto a la cumbre de la perfección cristiana. ¿Cuál es? Ya podía yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy mas que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Es el atajo del amor, dice san Pablo, porque si yo tuviese más suelta lengua que los ángeles del cielo y entendiese cuantos lenguajes se hablaban en la torre Babilonia, y fuese más mi facundia y destreza en el hablarlos que la de Tulio en latín, y Platón y Demócrates en griego, si con esto me falta amor, seré un bacín de barbero o campana que retire en el aire. Más os digo: que si me diera Dios cuanto espíritu de profeta dio a Moisés, a David y a todos los santos profetas juntos, y conociera todos los misterios y secretos de la Trinidad y toda la ciencia que saben los querubines, y tuviera tanta fe, que mandara arrancar los montes de su asiento, y lo hiciesen así, si con todas esas grandezas me falta el amor, no soy nada. Poco digo: si fuese más rico que Creso, y más liberal que Alexandro, y en hacer hospitales, edificar iglesias y en casar huérfanos y mantener pobres gastase toda mi riqueza, y cuanto tienen y han tenido los emperadores de Roma y los reyes del Perú y de toda la India, y más, que es poco esto; si me hiciesen más martirios que a todos los mártires juntos, que me apedreasen como a san Esteban, me asasen como a san Lorenzo, me aspasen como a san Andrés y me degollasen como a san Bartolomé, si me falta el amor, nada me aprovecha.

Pues volved ahora a mirar lo que hace y cómo él solo es toda virtud y excluye por sí todo mal. Añade el apóstol: El amor no es envidioso, no es hinchado, ni entonado, ni altivo, no es ambicioso, no es enojadizo, jamás piensa mal, no le dan contento los dobleces y malicias de los malos. Veis aquí cómo excluye todo mal, pues mira cómo encierra todo bien. Síguese luego en el Apóstol: La caridad y el amor es sufrido, es benigno, huélgase con la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo lleva bien. Si uno ama, cree a quien ama, fíale las cosas de precio, perdónale los yerros de buena gana, no le envidia sus buenos sucesos, no le roba la hacienda, no le quita la honra. Dadme que ame, que yo os daré que cumpla todo cuanto dice san Pablo. Y así no halló el sabio con quien igualarlo sino con la muerte: El amor es fuerte como la muerte, y aun mucho más, pues venció a la muerte. ¡Oh amor, que todo lo puedes, todo lo rindes, todo lo vences! Eres lo más fuerte, pues no vences ejércitos armados, no sujetas reinos, no ligas las robustas manos de bravos jayanes; mas rindes los corazones humanos, no con hierro y mano armada, mas con dulzura, con regalo, con suavidad, con blandura. Eres, ¡oh amor!, lo mejor del cielo y tierra, y lo mejor que Dios puede dar. Pida sabiduría el necio, pídale honra el ambicioso soberbio, pida hacienda el avariento cruel, pida deleites el hombre sensual, que yo, Señor, tu amor te pido. Dice san Agustín: «No quiero, Señor, a tus cosas, sino a ti»; si tu amor me niegas, a ti te me niegas, y si tu amor me das, a ti te me das. Todas las otras cosas que tienes, comunes son a buenos y a malos; pero tu amor sólo es para los buenos, sólo para tus amigos; con el amor lo tengo todo, sin el amor no tengo nada.


Responsorio

R/. San Saturnino, imitando a Cristo, cuando ofrece el sacrificio, él mismo es la víctima *Y ejerciendo el sacerdocio para el que fue elegido, se entrega hasta el martirio.

V/. La fe que con su voz proclamaba, la confirma con su sangre: va hacia el altar como doctor, entra en el reino como vencedor. *Y ejerciendo.

 

LAUDES

 Himno

Ipse, quem laeti cólimus fidéles

sédibus celsis súperum locátum,

es decus clarum Vascóniae gentis,

o Satúrnine.


Nostra gens, per te generáta Christo,

se tibi debet: tibi céssit error;

luce lustrásti pópulum sub alta

nocte iacéntem.


Hic labor mágnus: sed enim feróces

et reluctántes ánimos docére,

maior est orsus, fideíque Christi

súbdere gentes.


Cháritas urget, male contumáces

íncrepans audax; hóminem Deúmque

praédicas Iesum, nece qui piávit

crímina mundi.


Hunc Deum ligno crucis in probróso

mórtuum rident; resonáre Christum

non tamen cessas, cupídus vicíssim

fúndere vitam.


Laus sit excélsae Tríadi perénnis,

quae, tibi insígnes tríbuens honóres,

det tuis nobis méritis beátae

gáudia vitae. Amen.


Salmodia

Ant. 1. Saturnino era como una luz que se alzaba en las tinieblas para proclamar al pueblo de Vasconia la gracia del Evangelio.

Los salmos y el cántico, del domingo de la semana I.

Ant. 2. Mártires del Señor, bendecid al Señor por los siglos.

Ant. 3. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.


Lectura breve (1Ts 3, 12-13)

Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.


Responsorio breve

R/. Toda la tierra te adore *Y cante tu gloria. Toda la tierra.

V/. Que cante alabanzas a tu nombre, Señor. *Y cante tu gloria. Gloria al Padre. Toda la tierra.


Benedictus

Ant. San Saturnino mereció una valiosa corona por su ministerio sacerdotal y por su glorioso martirio. Aleluya.


Preces

Demos gracias al Señor que por medio del obispo san Saturnino nos ha trasladado del poder de las tinieblas a su luz admirable, y digamos con nuestros labios y nuestro corazón:

A ti te ensalza el ejército de los mártires.


Te alabamos por tu Iglesia de Pamplona

— fundada en la sangre de tu mártir y esclarecida por muchos otros a través de siglos.


Te alabamos por la predicación de tu Evangelio

— transmitido sin interrupción desde los tiempos de San Saturnino hasta el día de hoy.


Te alabamos por la purificación del bautismo, por el crisma del Espíritu, por la mesa de la Eucaristía

— y por todos los demás dones que han sido guardados fielmente.


Te alabamos por el sacerdocio por el que nuestro obispo con su presbiterio te hace las ofrendas

— y entrega los misterios a tu pueblo santo.


Padre nuestro


Oración

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste la ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su intercesión, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas.


En la ciudad de Pamplona:

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste esta ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su patrocinio, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas.


TERCIA

Del Común de un mártir, o del Común de pastores.


Ant. Con fe obedeció y salió al lugar que había recibido en herencia.


Lectura breve (2Tm 4, 16-17)

La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león.

V/. El recuerdo del justo es perpetuo.

R/. No teme ser condenado.


Oración

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste la ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su intercesión, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


En la ciudad de Pamplona:

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste esta ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su patrocinio, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


SEXTA

Del Común de un mártir, o del Común de pastores.


Ant. Si para otros no soy apóstol, para vosotros lo soy, pues vosotros mismos estáis ante el Señor como signo de mi apostolado.


Lectura breve (Hch 20, 24)

A mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios.

V/. Veré tu rostro en mi justificación.

R/. Me saciaré de ti, al despertar.


Oración

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste la ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su intercesión, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


En la ciudad de Pamplona:

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste esta ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su patrocinio, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


NONA

Del Común de un mártir, o del Común de pastores.

 

Ant. Anunciad a los pueblos que los dioses de los gentiles son vanos y que el Señor es quien hizo el cielo y la tierra.


Lectura breve (2Tm 4, 6-8a)

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día.

V/. Al volver, vuelven cantando.

R/. Trayendo sus gavillas.


Oración

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste la ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su intercesión, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


En la ciudad de Pamplona:

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste esta ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su patrocinio, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


VÍSPERAS

Himno

Lux mundi Dóminus núbila saéculi,

illustráre volens lúmine spléndido

bissénos próceres, constítuit sibi

mundi qui rádii forent.


Ex quorum mícuit stémmate nóbili

Saturnínus ad hoc dignus opus pium,

quod semen fídei spárgeret áccolis

Irúniae residéntibus.


Quos persígnat Deo iam prima déstinat

a mutis rétrahens sculptílibus sacer,

quo laetam ségetem portet ad áuream

Christi sémine céntuplo.


Virtus ingénito sit iúgiter Patri,

Nato cum próprio Spíritu quoque,

qui simplex Déitas veráque Trínitas

regnat saécula in ómnia. Amen.


Salmodia

Ant. 1. El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y se venga conmigo.

Los salmos y el cántico, del Común de un mártir, o del Común de pastores.

Ant. 2. Él estuvo entre nuestros antepasados en la fe y recibió la misión de traernos palabras de vida.

Ant. 3. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir; yo he de gloriarme en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.


Lectura breve (Flp 2, 15b-18)

Brilláis como lumbreras del mundo mostrando una razón para vivir. El día de Cristo, eso será una honra para mí, que no he corrido ni me he fatigado en vano. Y, aun en el caso de que mi sangre haya de derramarse, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría; por vuestra parte, estad alegres y asociaos a la mía.


Responsorio breve

R/. Contad a los pueblos *La gloria del Señor. Contad.

V/. Sus maravillas a todas las naciones. *La gloria del Señor. Gloria al Padre. Contad.


Magníficat

Ant. Valiente atleta, obispo Saturnino, mereciste ser ofrenda de Cristo. Ahora te pedimos que intercedas por nosotros ante aquél que te hizo digno de un glorioso martirio.


Preces

Oremos para que nuestro Dios y Señor se digne guardar siempre y dirigir a su Iglesia en Navarra (en la ciudad de Pamplona: a su Iglesia de Pamplona):

Nos has comprado, Señor, con tu sangre.

O bien: Recuerda a tu Iglesia de Pamplona, Señor.


Oh Dios, cuyo Hijo llamó amigos suyos a los apóstoles,

— bendice a nuestro obispo N. y al clero a él encomendado.


Oh Dios, que enviaste a tu siervo Saturnino a evangelizar a nuestros antepasados,

— conserva con fuerza a sus descendientes en el poder de tu palabra.


Oh Dios, autor de gracia, envía obreros a tu mies

— regada por la sangre de tu mártir.


Oh Dios omnipotente, convierte nuestros corazones

— para que nuestra ciudad terrena (en la ciudad de Pamplona: esta ciudad de Pamplona) adquiera semejanza con la ciudad celestial.


Oh Dios, que adornaste a tu mártir con la gloria celestial,

— recibe con misericordia a nuestros hermanos difuntos.

 

Padre nuestro


Oración

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste la ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su intercesión, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas.


En la ciudad de Pamplona:

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras siempre al mundo, que por la predicación de tu mártir y obispo san Saturnino, visitaste esta ciudad de Pamplona y la iluminaste con la luz de la fe, concédenos, por su patrocinio, confesar firmemente la misma fe y llegar finalmente a la fuente de la luz eterna. Tú, que vives y reinas.


textos litúrgicos