Rito hispano-mozárabe

Prælegendum (Sal 93,12; 111,2)

Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor, al que enseñas tu ley, aleluya, dándoles descanso tras los años duros, aleluya, aleluya.

V/. Dichoso el que se apiada y presta y administra rectamente sus asuntos.

R/. Dándole descanso tras los años duros, aleluya, aleluya.

V/. Gloria y honor al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

R/. Dándole descanso tras los años duros, aleluya, aleluya.

 

Oratio post Gloriam

Señor Dios, concede propicio que el santo mártir y pontífice Saturnino, que luchó valientemente por ti venciendo con tu gracia, nos asista constantemente en tu nombre, de forma que venzamos al pecado y al mundo: que limpie nuestros pecados cada día el que superó tantos y tales tormentos; que si por su Señor resultó admirable triunfador, sea para sus siervos magnífico abogado. R/. Amén.

Por tu misericordia, Dios nuestro, que eres bendito y vives y todo lo gobiernas por los siglos de los siglos. R/. Amén.

 

Profecía (Sir 44,20s; 45,8s; 50,4-14.16-18)

Hijo:

Este hombre observó la ley del Altísimo e hizo un pacto con él, y en el día de la prueba resultó fiel. Estableció con él un pacto eterno, y le dio el sacerdocio del pueblo; le honró con ricos ornamentos y le ciño con túnica de gloria, coronándole con mitra de oro.

Él se empeñó en salvar a su pueblo de la ruina y fortificó la ciudad para caso de cerco. ¡Qué majestuoso era cuando el pueblo lo rodeaba al salir de entre los velos del santuario! Como estrella matutina en medio de las nubes, como luna en días de plenilunio, como el sol que reverbera sobre el templo del Altísimo, como el arco iris brillando en nubes de gloria; como rosa en días de primavera, como lirio junto al manantial, y como brote del árbol del incienso en días de verano; como fuego e incienso en el santuario; como vaso de oro macizo adornado de piedras preciosas; como olivo cargado de frutos y como ciprés que se eleva hasta las nubes, cuando se ponía las vestiduras de fiesta y se vestía con rosas suntuosas.

Subía al altar santo y hacía resplandecer el ámbito del santuario. Cuando recibía las porciones de manos de los sacerdotes en pie junto al altar, rodeado de una corona de hermanos, como renuevos de cedro en el monte del Líbano, y como ramos de palmera. Cuando él extendía su mano a la copa y ofrecía la sangre de uva derramándola al pie del altar, como suave olor para el Altísimo. Entonces gritaban los hijos de Aarón, tocaban las trompetas de metal bruñido que dejaban oír un potente sonido, como memorial ante el Dios Altísimo.

 

Psallendum (Sal 36,24s)

Aunque tropiece, el justo no caerá, porque el Señor lo tiene de su mano.

V/. Fui joven, ya soy viejo, nunca he visto a un justo abandonado.

R/. Porque el Señor lo tiene de su mano.

 

Apóstol (2Tim 3,16s; 4,5-8)

Hermanos:

Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.

Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio. Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He luchado el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.

 

Evangelio (Lc 19,12-27; 8,8)

En aquel tiempo:

Nuestro Señor Jesucristo hablaba al pueblo y a sus discípulos, y les decía:

«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles: “Negociad mientras vuelvo”.

Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo: “No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.

Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.

El primero se presentó y dijo: “Señor, tu mina ha producido diez”. Él le dijo: “Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”. El segundo llegó y dijo: “Tu mina, señor, ha rendido cinco”. A ese le dijo también: “Pues toma tú el mando de cinco ciudades”. El otro llegó y dijo: “Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”. Él le dijo: “Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”. Entonces dijo a los presentes: “Quitadle a este la mina y dádsela al que tiene diez minas”. Le dijeron: “Señor, ya tiene diez onzas”. “Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia».

«El que tenga oídos para oír, que oiga».

 

Laudes (Ap 3,12)

Aleluya.

V/. Te bendeciré, dice el Señor, te marcaré con el nombre de la ciudad de Jerusalén.

R/. Aleluya.

 

Sacrificium

Estando el sacerdote de pie, delante del altar y en torno suyo la corona de sus hermanos: como los brotes de los cedros en el Líbano, lo rodearon, como las palmeras, y presentó su ofrenda al Señor, en presencia de toda la asamblea, aleluya.

V/. Ha sido exaltado y brilla en el templo de Dios, como el lucero de la mañana en medio de las nubes, con todo su fulgor según los tiempos, como el arcoíris que aparece ante las nubes cuando llueve, como un olivo cuajado de su fruto. Visitó su vestidura santa.

Y presentó su ofrenda al Señor, en presencia de toda la asamblea, aleluya.

 

Oratio admonitionis

Queridos hermanos, celebremos el día grande, siempre festivo para nosotros, del gran pontífice y mártir, ofreciéndole nuestras plegarias. Él, guardando los mandamientos de nuestro salvador, no sólo mereció el sacerdocio y la vida bienaventurada, sino que consagró con su feliz martirio un oficio tan honorable. En su presencia la sagacidad de los demonios se mostró tan temerosa que habiendo sido invocados con numerosas víctimas, no dieron sus acostumbradas respuestas a los que les veneraban, y por esta causa, la gentilidad enfurecida no vaciló en prenderle para llevarle al suplicio con furia insana, aunque no pudo vencerle, manteniéndose él constante en la confesión de Dios aún ante las amenazas de muerte. Por lo cual debemos ofrecer al Dios vivo, como incienso, la ofrenda de propiciación, en alabanza de tan gran mártir, para lograr por él lo que anhelamos, de quien por él otorgó a los pueblos la fe en un solo Señor en la Trinidad. R/. Amén.

Con la ayuda de la misericordia de aquél que, reina en la Trinidad, un solo Dios, y permanece por los siglos de los siglos. R/. Amén.

 

Alia

Te damos las debidas gracias, Señor eterno, como a Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro. Imitándole San Saturnino, mientras ofrece la víctima se hace él mismo víctima, y mientras como sacerdote elegido ejercita el ministerio, culmina, entregado, su martirio, y al alcanzar la cumbre de la santidad y victoria resulta testigo y obispo. Llevando su fe hasta el final mientras sube a la cátedra de la santidad, alcanza la corona del martirio. Bueno para el oficio, valiente para el triunfo, consagra cuando unge, es consagrado al morir, predica la fe primero con sus palabras, después con su sangre. Doctor en el altar, vencedor para el reino, ensalza para la alabanza a los que adoctrina para la salvación. Avanzando en verdad de virtud en virtud, para comunicar doctrina con su predicación y prestar ayuda con su oblación. Obtenga de ti para nosotros, Dios altísimo, la indulgencia que necesitamos por nuestros delitos, el que mereció después de su sacerdocio sufrir el martirio. R/. Amén.

Por tu misericordia, Dios nuestro, en cuya presencia recitamos los nombres de los santos apóstoles y mártires, confesores y vírgenes. R/. Amén.

 

Post nomina

Señor Jesucristo, que eres bondad inefable y poder insuperable: por tu nombre San Saturnino, obispo y mártir, al negarse a sacrificar en los altares de los ídolos es llevado por las turbas al capitolio y sometido al suplicio de un toro furioso. Recibe por sus méritos las oblaciones de los oferentes y justifica a todos según tu misericordia. Así nos escucharás cuando impetramos el descanso para los difuntos. R/. Amén.

Porque tú eres la vida de los que viven, la salud de los enfermos, y el descanso de todos los fieles difuntos por todos los siglos de los siglos. R/. Amén.

 

Ad pacem

Cristo Dios, dador de todas las gracias, que instituiste a San Saturnino principal y primer sacerdote de la ciudad de Toulouse, haciendo que por su predicación y virtudes enmudecieran las bocas de los demonios, de modo que sus adoradores, al practicar sus oráculos, los encontraron cerrados como por ausencia, sujeta nuestros labios al ejercicio de la verdadera predicación y aparta de nuestros corazones la disimulada incidencia en los vicios; para que así nos fortalezcamos mutuamente con el alimento de la paz, para poner en práctica lo que predicamos en nuestros sermones y lleguemos sin confusión a tu presencia de justísimo remunerador. R/. Amén.

Porque tú eres nuestra paz verdadera, caridad indivisible; tú, que vives contigo mismo y reinas con el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. R/. Amén.

 

Illatio

Es digno y justo, lo óptimo y principal que podemos hacer en nuestra especial devoción, que de demos gracias, Señor al rendir culto de admiración a tus mártires. Pues no sería capaz la frágil condición humana de resistir los ataques del furor diabólico si el alma espiritual no predominara sobre el cuerpo, sujeto a las traiciones del enemigo: y confirmada con tus enseñanzas, no fortaleciera con el escudo de la fe el débil habitáculo que la alberga. Así ocurrió cuando en la presencia de tu obispo y mártir Saturnino tuvo que callarse la charlatana locuacidad de los demonios, sin poder manifestar sus oráculos a los que solían acudir. El santo fue arrebatado por el tremendo furor del pueblo gentil, para obligarle a sacrificar bajo amenazas de muerte. Y cuando después fue llevado al capitolio como reo, no temió, por el don del Espíritu Santo, la muerte de la carne perecedera, ni vaciló en confesarte a ti, Señor, uno en la Trinidad, ante el tumulto promovido por la numerosa plebe. Ante tal constancia, creció el tumulto, con mayores gritos e insultos, que reclamaban la muerte del santo sacerdote. Le atan los pies a un toro que habían llevado para el sacrificio, y con inaudita crueldad, estimulando al toro con fuertes pinchazos y con el clamor de la multitud, le hacen bajar por las escaleras del capitolio. Ya en los primeros escalones se revienta el cráneo y se derrama el cerebro. Sigue arrastrando el cuerpo lacerado, bajando en carreras sinuosas, estrellando los miembros contra los pedestales, y el alma vencedora, sublime por su gloriosa confesión, se dirige a la bienaventuranza de la gloria, para ser recibida en el seno de Abraham. Por eso todo aquel ejército de los ángeles, en esta celebración de tu mártir, no cesan de aclamar tu poderío, día y noche, diciendo:

 

Post Sanctus

Santo, glorioso, admirable y poderoso es en verdad nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, de cuya confesión no puede arrancar a los mártires el furor desatado contra ellos, cuyo amor no puede ser extinguido por los tormentos que se les apliquen. Así ocurrió con tu mártir San Saturnino, que predicó tu nombre antes del martirio y no lo negó entre los tormentos, cuando rodeado de las dificultades que le ponían sus perseguidores, que querían obligarle a sacrificar a los ídolos, dio claro testimonio de que tú eres el único Dios verdadero, entregando su vida por esta confesión.

Por el mismo Señor y redentor eterno.

 

Post pridie

Acepta propicio, Dios Padre, este sacrificio que te ofrecemos en la solemnidad de tu mártir Saturnino, santificándolo con la invisible gracia de tu bendición. Para que como el mismo mártir, favorecido por tu gracia, que con su sola presencia hizo que callaran los ídolos demoníacos, así nosotros, por la recepción de estos sacramentos, extirpemos en nosotros todo error de tentación diabólica. R/. Amén.

Concédelo, Señor santo, pues creas todas estas cosas para nosotros, indignos siervos tuyos, y las haces tan buenas, las santificas, las llenas de vida, las bendices y nos las das, así bendecidas por ti, Dios nuestro, por los siglos de los siglos. R/. Amén.

 

Ad Orationem Dominicam

Queridos hermanos, hemos conocido por relatos fidedignos cómo San Saturnino ejerció el sacerdocio en grado pontifical y fue consagrado por el martirio, atado a las patas de un toro. Pidamos, pues, a Dios todopoderoso que le otorgó la doble corona del sacerdocio y del martirio, que nuestra fe nos acredite en su presencia, aunque no hemos padecido ningún suplicio a causa de ella, para que no quedemos sin esperanza en nuestras miserias, al no haber obtenido la gloria que supone derramar la sangre, y nos fortalezcan y consuelen en cada momento las divinas palabras que ahora proclamamos:

 

Benedictio

Cristo el Señor, cuyo nombre confesó abiertamente San Saturnino frente a la furia de los paganos, proclame vuestro nombre en la presencia de su Padre y de sus ángeles. R/. Amén.

El que viviendo en el mártir quitó la respuesta de los ídolos, incline su oído piadoso a vuestras oraciones. R/. Amén.

Para que después de este tiempo mantengáis con él la vida eterna, como por su amor celebráis la solemnidad del presente día. R/. Amén.

Por la misericordia del mismo Dios nuestro, que es bendito y vive y todo lo gobierna por los siglos de los siglos. R/. Amén.

 

Completuria

Concédenos, Dios todopoderoso, el constante patrocinio de su santo testigo el pontífice Saturnino, para que merezcamos seguir su piadoso ejemplo, y experimentando su poderosa intercesión le sigamos en su valeroso combate por la fe. R/. Amén.

Por tu misericordia, Dios nuestro, que eres bendito y vives y todo lo gobiernas por los siglos de los siglos. R/. Amén.


textos litúrgicos