Desde San Cernin se ve Nueva York

José Miguel Sánchez

Diario de Navarra, 20 de octubre de 2015

Quedan sólo cinco minutos para que empiece la misa del lunes en la iglesia de San Cernin de Pamplona. En su despacho, el párroco José Antonio Goñi Beasoain de Paulorena se lleva las manos al cuádriceps y tuerce ligeramente el gesto momentos antes de oficiar la ceremonia. Le duelen las piernas. Por la mañana, ha corrido 32 kilómetros, su última tirada larga antes de que el próximo 1 de noviembre dispute el maratón de Nueva York. Será el primero de su vida.

Este navarro de 38 años es párroco de la iglesia de San Cernin y canónigo de la Catedral de Pamplona. Por la calle, pasa desapercibido entre la multitud. Sólo cuando se viste de blanco, con las ropas litúrgicas, se reconoce en él a una persona para la que la religión es “la columna vertebral de su vida”.

“Yo tengo un estilo de vida y un estilo de ser cura que no es el habitual. Yo no soy el cura que está todo el día en la sacristía. También tengo mi círculo de amistades, que no es de la iglesia, con los que quedo para cenar, ir al cine y con los que comparto situaciones en las que no hablo de lo religioso. Eso también me oxigena, porque conviene saber por dónde se mueve el mundo. Yo tengo mis amistades y tengo otras aficiones. Una de ellas es salir a correr”.

Es 12 de octubre, Día de la Hispanidad. Por la mañana, José Antonio Goñi ha salido a correr a las 9 de la mañana tras desayunar una tortilla con jamón de pavo, un poco de queso fresco, pan, un vaso de leche con miel y un yogur. Energía para alimentar la afición de un cura que nació en Mendigorría en 1976 y que encontró en el deporte una forma de evadirse de su rutina diaria. “Llevo una vida muy de cabeza. Todo lo que hago es muy cerebral. Por eso mis aficiones me oxigenan. Salgo a correr porque me despeja”.

Su vida no es la de un párroco común. José Antonio Goñi vive a caballo entre Pamplona y el mundo, por donde viaja para impartir clases, charlas y conferencias religiosas. Una motivación que le ha servido para conocer, a la carrera, ciudades tan distintas como Roma, París, Innsbruck, Londres, Amsterdam, Edimburgo o Crackovia. “Cuando me voy de viaje, en seguida echo las zapatillas a la maleta. Puedo decir que he corrido por el mundo. Una vez, me llamaron para dar unas charlas en Perú. Y esa fue una de las veces más difíciles. En Cuzco, a 3.400 metros de altura, no pude hacer más de un kilómetro. No me seguía el cuerpo…”, recuerda.

UNA RÁPIDA CARRERA

La carrera religiosa de José Antonio Goñi comenzó en el seminario de Pamplona, donde entró con 13 años. De allí salió ordenado cura con 24, hasta que la vida le llevó a Roma para especializarse en celebraciones y liturgia.

Tres años pasó en la capital italiana, donde la pasta y una vida sedentaria centrada en el estudio le llevó a darse cuenta de que necesitaba hacer ejercicio. Algo que no había hecho con la suficiente frecuencia en los últimos años. Así se encendió en él la chispa de la carrera.

Con 28 años, José Antonio Goñi regresó a Navarra para asumir el cargo de maestro de ceremonias del obispo en la Catedral de Pamplona. Se instaló en uno de los pisos de la iglesia y se fijó un objetivo: la media maratón de Londres.

¿Por qué ésta y no otra? “Desde hace cuatro o cinco años paso parte del verano en Londres, donde me hago cargo de la parroquia de un cura en Covent Garden que se marcha de vacaciones. Por eso escogí Londres, porque tenía un especial vínculo con la ciudad”.

Y desde que prendiera en él la pasión por correr, el párroco fue descubriendo algunas de las medias maratones más populares de Europa: Londres, Barcelona, Berlín, Edimburgo, Behobia…

Una sucesión de pruebas de 21 kilómetros que culminarán el próximo 1 de noviembre, cuando José Antonio Goñi se atreva con su primer maratón. “Nueva York me parecía una barrera imposible. Aunque siempre decía que antes de los 40 tenía que hacer un maratón…”.

Animado por el entusiasmo de su amiga Maite Ferrín, con la que se entrena y junto a la que correrá en Nueva York, formalizó su inscripción a principios de año. Ahora tendrá que finalizarla. “Mi objetivo es acabarla. Nunca podré hacerla en tres horas, pero la puedo terminar. Es un reto personal. No tengo que demostrar nada a nadie”, certifica.

Cuando regrese de su aventura neoyorkina, José Antonio Goñi cargará de nuevo sus zapatillas en la maleta. Y si todo ha ido bien, portará por primera vez su medalla de finisher. El sueño de un párroco de Pamplona que por las mañanas sale a correr y por las tardes oficia la misa rodeado por los gruesos y evocadores muros de la iglesia de San Cernin.